Sentimientos: estados afectivos originados a partir de ideas y valores culturales, que suelen ser de larga duración y de media o baja intensidad.
Emociones: estados de conciencia agradables o penosos, de breve duración, alta intensidad, acompañados de modificaciones físicas evidentes, y que no se regulan voluntariamente.
La personalidad creativa de tipo más subjetivo parte del terreno afectivo e íntimo para explicar el mundo. Sus mecanismos creadores se ponen en marcha a partir de su emocionada mirada personal. Eduardo de Filippo, el gran autor de teatro popular italiano, dice que a la hora de escribir todo se inicia con un estímulo emotivo: "reacción ante una injusticia, desprecio hacia la hipocresía mía o de otros, solidaridad hacia una persona o grupo, rebeldía frente a las leyes superadas o anacrónicas, temor ante la idea de una guerra...»
Anton Chéjov es otro de los autores que escribe desde las estimulaciones emotivas, y desde allí trata de penetrar y descubrir los sentimientos ocultos que aprisionan a sus personajes. Detrás de una apariencia de cotidianidad en la que apenas pasa nada, el mundo interior de los personajes chejovianos es una tormenta que, aunque imperceptible, está siempre a punto de estallar. Es comprensible que Stanislavski, tan interesado en las vivencias emocionales, se inclinara por sus obras y las utilizara para llevar a la práctica su método de enseñanza para los actores, basado en el aflorar de las emociones orgánicas de los mismos. La escritura es, así, para este tipo de autores, el lugar donde lo latente del interior del hombre se va a manifestar en el transcurso de la acción.
Por el contrario, existe otro modelo de personalidad creativa más objetiva y racional, que trata de canalizar la imaginación y percepción del mundo por medio de los procesos intelectuales. Lo que es necesario expresar, para este tipo de escritores, es la realidad vista con la mirada de la objetividad. Henrik Ibsen construye, así, sus argumentos y sus personajes desde lo real, en la relación individuo-sociedad. Algunos de los títulos de sus obras en sí mismos ya son significativos: Los pilares de la sociedad, Un enemigo del pueblo, Espectros, etc. No quiere decir que su teatro no contenga elementos emocionales, sino que el punto de vista del autor, ante ellos, es diferente. Es necesario observar cómo estas dos corrientes opuestas se refieren tanto a la valoración que dan al factor emocional, como a la finalidad poético-filosófica de la obra. Basta recordar los casos bipolares y significativos en este aspecto de Camus-Sartre, o de Brecht -Stanisla vski.
Stanislavski nos dice en su sistema que lo más importante para un creador es encender la imaginación, y, por medio de ella la emoción; mientras que para Brecht, que no apela tanto al sentimiento como a la razón de los espectadores, la circunstancia social y política donde se inserta la vida del personaje es la causa de sus respuestas emocionales, el lugar en donde se instala la ficción.
Emoción y razón son, por tanto, dos puntos de referencia en los que se asienta el deseo del autor en su posible comunicación con el espectador