domingo, 26 de febrero de 2012

Escritura Dramática- Tema 2E- La selección y ordenación de materiales.

ESCRITURA DRAMÁTICA-TEMA 2E
LA SELECCIÓN Y ORDENACIÓN DE MATERIALES
La selección de las ideas.-

El escri­tor debe tener un criterio de selección de ideas, ya que cada día pasan por su men­te miles de ellas que ha de desechar, quedándose únicamente con aqué­llas que le recomienda su propio juicio.
El pensamiento crítico es una condición necesaria de la creatividad, pues crear es elegir entre un sinfín de posibilidades. Las tres cuartas partes de un trabajo bien hecho consis­ten en rechazar lo superfluo, lo repetido, lo vulgar, lo innecesario. Para ello tenemos que partir de un criterio personal, y juzgar de acuerdo con él. La calidad de una obra de­pende de este criterio seleccionador.
Los criterios de selección de nuestras ideas suelen estar relacionados con nuestros procesos de formación. Decía Montesquieu que «el que tiene imaginación y no se educa, tiene alas y no tiene pies».
Detrás de cada historia late una idea ex­traída de la percepción e imaginación del creador. Puede que el dramatur­go no sea consciente de ello, y crea que su instinto creativo proviene de pensamientos carentes de propósitos; pero el pensamiento casual y sin sentido no puede conducir a una actividad organizada.

La ordenación de los materiales.-

Un dramaturgo, al escribir una obra teatral, no crea a partir de la nada, sino que utiliza los materiales específicos que posee (vivencias, conoci­mientos, etc.). Recoge la materia prima que le llega (de su mente, del mun­do que le rodea, o de la tradición), y la remodela y estructura. Más que lle­var a cabo la tarea de inventar, lo que hace es relacionar posibles acontecimientos e incidentes que le sirven para sus fines. Efectúa, por tan­to, un proceso de selección en función de sus conocimientos y su expe­riencia.
Todo material dramático proviene de otros materiales ya existentes. Los griegos partieron de ritos y mitos conocidos, y los isabelinos y muchos autores españoles del Siglo de Oro se basaban en historias y romances transmitidos por la tradición popular. El proceso de trabajo a partir de un mito o tema conocido no difiere demasiado del que lleva a cabo el autor cuando imagina un tema original-o que al menos él cree que lo es-. En uno y otro caso, la tarea de relacionar y ordenar es decisiva.
En el proceso de selección de materiales, interviene también la me­moria, que maneja nuestro tiempo imaginario, y almacena o desecha materiales que cruzan fugazmente por nuestra mente.
Escribir es, entre otras cosas, decidir. Decidir desde el mismo momento de la selección de ideas, en el que inter­viene la sensibilidad y la inteligencia del escritor. Intentar meter el mundo entero en una obra de teatro está tan condenado al fracaso como la torre de Babel. Querer decido todo es el camino ideal para no decir nada. Saber seleccionar nuestras ideas y tener un punto de referencia que nos sirva pa­ra aceptar o desechar materiales, implica, además de disciplina y esfuerzo, una clara idea de lo que se quiere contar, porque el hecho de que el escri­tor posea dentro de sí un rico y complejísimo universo interior no quiere decir que tenga que trasladado entero a cada una de sus obras, que serían, seguramente, infinitas e ilimitadas.  El potencial de interés y curiosidad del espctador es limita­do. Su capacidad de emocionarse y de conectar con lo que sucede en es­cena está sujeta a unos límites temporales, espaciales y causales. El que desea ver a la vez a todos los hombres en todos los conflictos y situaciones posibles, no va al teatro: mira la vida.

La idea dominante.-

La selección de los materiales que hace el dramaturgo para que su obra tenga una unidad que la limite y le dé una vida singular y específica está basada en la idea dominante de «esa obra». Así, dicha selección y ordena­miento estarán controlados por una especie de filtro que sólo «dejará pa­sar» aquello que sea acorde con la naturaleza de esa idea dominante. Sin una idea de conjunto, aunque sea transitoria, no se puede formular una pregunta que nos dé una respuesta. Dice Hauser en su Introducción a la historia del arte:

“La obra de arte sólo puede desarrollarse, formarse e integrarse, cuando el artista tiene, desde el comienzo, una visión del trabajo que ha de efectuar, por mucho que cambie su idea en el camino que va a recorrer”.

Sólo desde una idea dominante clara puede el autor lanzarse a abarcar un mayor campo posible, pues ese pun­to de referencia global impedirá que se pierda en el infinito mundo de las ideas. La idea dominante no puede ser un acontecimiento más de la obra, sino el referente esencial que le otorga un significado y un sentido. Ha si­do escogida como tal porque de «alguna forma» expresa y encarna un pun­to de vista ético del autor sobre el acontecimiento social que representa.

El conflicto.-

El pensamiento dramático está siempre atento a las razones de las «dos partes» que intervienen en el mismo. El autor teatral posee un pensamiento dialéctico: se imagina mundos enfrentados, ideas que chocan, contra­dicciones básicas en nuestra existencia de las que saca sus materiales. Tiende así a forzar los contrastes hacia sus límites situándose, a la vez, en ambas partes, hasta sentirse desgarrado por la tensión entre una y otra. Todo ello lo hace partiendo de que el conflicto (aunque es la situación me­nos deseada) constituye la esencia de los seres humanos.
Partimos, pues, del conflicto como «cauce» donde se canalizan las ideas de nuestro imaginario. Este conflicto variará de enfoque y contenido según épocas y estilos, en función de géneros y tipos de estructura en que se inserte, pero será siempre el punto de apoyo esencial a partir del cual se ha construido la historia de la escritura dramática desde Esquilo hasta nuestros días.

Hegel escribe en su Estética:
El objetivo del drama consiste en representar acciones y condiciones hu­manas actuales, haciendo hablar a los personajes de los que se trata. Pero la acción dramática no se limita a la tranquila y simple realización de un objeti­vo determinado; al contrario, se desarrolla en un medio hecho de conflictos y colisiones, y está expuesto a las circunstancias, las pasiones, los caracteres que lo rodean o que se oponen. A su vez, estos conflictos y colisiones en­gendran acciones y reacciones que, en un momento dado, provocan el apa­ciguamiento necesario.”



La voluntad artística.-

El dramaturgo no selecciona las ideas de forma neutra, sino que esa elección tiene relación con su voluntad. La teo­ría de la «voluntad artística» afirma que tras todo objeto artístico se oculta una intención especial. Los productos creativos están determinados en gran parte por esta intención, y no sólo por las fuerzas inconscientes y la habilidad de sus autores.
Cada escritor elige temas e ideas diferentes a otros. Nuestra selectiva voluntad opera a partir de nuestra personalidad y temperamento, e, indudablemente también, de nuestros intereses. Muchas veces es imposible explicar los procesos imaginarios de un autor sin hablar de sus convicciones sociales y su visión del mundo.
Cada autor tiene unas constantes determinadas en función de las cua­les selecciona sus ideas. Su imaginación poética está sumergida en el com­plejo de variables que organizan su sensibilidad y su personalidad como ser vivo, con su formación y su carácter. Descubrir en nuestra obra qué materiales son necesarios y cuáles no pasan de ser caprichos ca­rentes de sentido es una tarea a la que se enfrenta el escritor durante toda su vida. La idea central de la obra nos ayudará a hacer en cada momento esa difícil selección.
Nadie escribe lo primero que se le ocurre, y nadie escribe desde fuera de sí mismo. Con­dicionantes naturales y sociales, épocas y estilos, formación e ideología, nos dan una determinada manera de ser y de imaginar. Nuestra historia, y la del mundo que nos rodea, nos suministra unos contenidos, y no otros.
La obra y la biografía de un autor están, pues, mutuamente condicio­nadas. Su obra deviene, en cierto sentido, en eco de su biografía, y la his­toria de su vida, entendida en su sentido más amplio, se convierte en anti­cipación de sus obras.



Extractado del libro “La escritura dramática” de José Luis Alonso de Santos








DRAMATURGIA. TEMA 3. ALFRED JARRY. EJERCICIOS

Temas de debate en torno a textos teóricos de Alfred Jarry:
1.-¿El teatro debe adaptarse al público o el público al teatro?
2.-¿Festivales de teatro al aire libre: fiesta o arte dramático?
3.-¿Minoría de inteligentes y mayoría: buscamos el placer estético de las élites o la diversión?
4.-¿De drama a novela, sí; de novela a drama, no?
5.-¿Resulta más difícil crear un personaje que crear un hombre?
6.-¿Moda mundana y moda escénica: hay que ir elegantes al teatro?
7.-¿Hay que cerrar las puertas de los teatros al empezar la representación?
8.-¿Hay que escribir para los actores estrella?
9.-¿Los ensayos generales son buenos porque solo van los entendidos?
10.-¿Mantener la tradición es atrofiar el pensamiento?
11.-¿Las escuelas de teatro no evolucionan, los creadores, sí?
12.-¿Qué es más importante en el teatro: el aplauso o el silencio?